Experiencia con mi mastectomía Parte.3
Han pasado seis meses desde la operación y aún me parece extraño verme en el espejo sin camisa.
Jean S
9/24/20244 min read
Entre drenajes, picazón, medicinas, calor, dolor, incomodidad e incertidumbre es como se vive el primer mes en recuperación.
La primera semana fue la más difícil de sobrellevar. Tenía colgado los drenajes 24/7, fue lo más incómodo y doloroso del proceso de rehabilitación, incluso más que el de las cicatrices, al menos esa semana. Genuinamente deseaba arrancármelos. Era desesperante tener que hacer todas las actividades cotidianas con ellos, desde comer, dormir hasta bañarse. Y era un grito mudo cuando se atoraban en algún lugar y se jalaban.
Y, hablando de la cotidianidad, pareciera que las horas pasan extremadamente lentas. Al menos yo, me la pasaba acostado un rato y caminando en círculos otro. Quizá sea por mi ansiedad, pero mi cabeza no daba para más. Entre la incomodidad y dolor, mi cuerpo solo buscaba la mejor forma de sobrellevarlo. Envuelto en un ciclo de solo tomar pastillas, limpiar las heridas y bañarme con dificultad.
Me gustaría decir que todo mi proceso fue tranquilo, pero la realidad es otra. Desde el segundo día de recuperación comencé a tener un dolor insoportable, al grado de pensar que iba a morir. Ahora suena exagerado, pero sinceramente en el momento sentía que el abdomen iba a explotarme. Yo tengo hiposensibilidad al dolor, y reconozco que aquello logró hacerme llorar.
No podía estar ni de pie, ni acostado. Gritaba y lloraba porque nadie sabía la razón de esa molestia. Incluso tuve que llamar, como a las dos de la mañana, al Dr. Jorge y agradezco que atendiera la llamada. Sin embargo, las pastillas que recetó no ayudaron. Al día siguiente, en mi cita, cuando me quitó la faja y me puso nuevamente las vendas, el dolor se alivió. Pero la causa no era la faja, sino la anestesia, que al parecer mi cuerpo no la recibe del todo bien.
Ahora, no todo es malo. La primera vez que me vi sin vendas ni faja fue como una catarsis. Sentí una libertad que no puedo describir en palabras, pero quienes han pasado por ello o desean pasar en el futuro me han de entender.
Mi cuerpo reflejaba mejor como me sentía por dentro.
Que maravillosa es la sensación cuando la venda va dejando ver poco a poco el resultado. Fue mejor de lo que imaginé, y eso que estaba cubierto por moretones, manchas amarillas y marcas de plumones dibujando la silueta del pecho.
Nunca antes se
habían visto tan lindas
las cicatrices en mi piel
Después de la primera semana, las cosas se volvieron más ligeras de llevar, ya que me habían quitado los drenes, por supuesto. La movilidad mejoró por mucho, aunque la incomodidad por la faja me acompañaría aún dos meses más, incluso al dormir.
Dormir era complicado, sobre todo si eres alguien como yo que prefiere hacerlo boca abajo. Hago una mención honorífica a esto, porque si fue difícil no moverse hacia ningún lado. Y cuando por alguna razón pasaba, el dolor advertía. El doctor me recomendó dormir con una almohada en la espalda baja para mejorar la postura.
Les puedo decir que durante los siguientes tres o cuatro meses no pasó nada relevante. Me la pasé yendo a terapias, donde me daban masajes en las cicatrices para mejorar el resultado y revisar que todo estuviera en orden. Regresé al trabajo una semana y media después de la cirugía, aunque no podía trasladarme en transporte público. En general lo único horrible era el calor, la presión de la faja y la picazón.
Sin embargo, al cuarto mes, la molestia en el pedazo superior de mi cicatriz izquierda ya era insoportable. La picazón no bajaba y la cicatriz se volvía cada vez más gruesa. Ni siquiera ayudaba el Kitoscell (gel cicatrizante). El doctor estuvo inyectándome para que la anchura redujera y la picazón también, sin embargo, se necesitó de una intervención para extraer ese pedazo y volver a suturar.
El mes pasado, agosto, me realizaron la corrección de cicatriz, para que tuviera un aspecto más estético. Debo decir que esta es la segunda cosa más dolorosa que viví en el proceso, y quizá en mi vida. Y de nuevo fue por la anestesia, maldita sea. El paso de la inyección de anestesia local en la cicatriz les recomiendo saltársela. Fue muy horrible aunque solo haya durado unos minutos.
Y nuevamente sufrí por la inflamación de abdomen.
Pero, ya un mes después de eso, puedo decir que fue un proceso necesario. La cicatriz no quedó muy distinta, pero si tiene una mejor apariencia. Agradezco que esta opción existiera.
Pero esa no fue la última tragedia en mi travesía transmasculina.
Durante este mes se me infectó el pezón. El tercer peor dolor que he sentido. Son punzadas constantes que parten del pezón al pecho. Si sienten algo como eso, acudan con su cirujano. Evidentemente su apariencia cambió, pues estaba muy inflamado y rojo. No podía ni siquiera rozarlo ligeramente, y usar mis camisas era tortuoso. Afortunadamente fue muy rápida la solución a la infección. Unos cuantos antibióticos y el asunto estuvo arreglado en una semana.
Pareciera que todo fue negativo, pero les aseguro que toda esta mitad del año que ha transcurrido desde mi operación ha sido increíble. No saben la satisfacción y alegría que siento de ya no necesitar más el binder. De andar por mi casa sin camisa, o de ya no tener que ver un pecho que no se sentía como el mío.
El salir de casa se volvió algo que no me causa molestia. Puedo salir a la tienda de la esquina o recibir a amigos en casa sin tener que estar pensando en ponerme el binder, eso es muy gratificante. Opaca cualquier molestia que haya tenido durante todo este año.
Y, aunque es verdad que aún me causa inseguridad mostrar mi pecho al desnudo, espero poco a poco ir haciendo las pases con mis cicatrices y mi proceso. Sé que suena extraño, ya que es algo que anhelaba, pero esto también es parte de la transición. Aceptar que al mostrar el pecho todos verán rastros de lo que alguna vez fue es complicado. Pero está bien. Solo es cuestión de amor propio y conseguir completa seguridad.
Agradezco a mi cuerpo que, a pesar de los tropiezos en el proceso, me ha permitido vivirlo y se ha levantado de cada uno de ellos. Lo abrazo y amo, porque solo él sabe lo que hemos enfrentado y lo mucho que esta transición nos ha brindado.